Lo que no ves en televisión: Así trabajo como operador de cámara cubriendo protestas

Una protesta es un organismo vivo y la clave está en leerlo antes de que se descontrole. Lo que grabamos puede reforzar una narrativa o contradecirla. Un repaso por los riesgos y dilemas que enfrentamos en cada cobertura.
Operador de cámara de noticias en Barcelona
El operador de cámara no es un mero testigo pasivo que registra imágenes. Somos un puente entre lo que sucede en la calle y la sociedad.

Adrián Sánchez Berger

Operador de cámara

El pasado domingo, Madrid vivió una jornada convulsa. Miles de personas se manifestaron en una protesta propalestina que terminó obligando a los organizadores a cancelar la etapa final de La Vuelta ciclista, en la que competían deportistas israelíes. Lo que comenzó como una concentración reivindicativa derivó en enfrentamientos con la policía, cargas y momentos de gran tensión en las calles.

Las imágenes circularon en medios nacionales e internacionales con rapidez, pero pocas veces se cuenta qué ocurre detrás de esas cámaras que registran la realidad. ¿Cómo trabajamos los operadores de cámara en contextos donde la protesta se transforma en disturbio? ¿Cómo se toman decisiones en medio del caos para asegurar que la ciudadanía reciba información veraz y completa?

Como operador de cámara en Barcelona llevo algunos años trabajando en la cobertura de noticias para cadenas de televisión nacionales y medios del exterior, y las protestas en Cataluña habitualmente ocupan un buen espacio de la agenda informativa. En todas me toca cargar la cámara, abrirme paso entre la multitud y grabar o dar señal en directo mientras a mi alrededor se respira tensión y, muchas veces, violencia. Este artículo no es un manual de buenas prácticas ni una guía heroica. Es simplemente una ventana a un oficio que, aunque invisible para la mayoría, juega un papel crucial en el modo en que la sociedad se informa.

Una protesta nunca es previsible

El primer punto que hay que entender es que cubrir una protesta nunca es rutinario. Puedes llegar al lugar con una previsión, pero la realidad siempre la supera. Lo que comienza como una concentración pacífica puede derivar en enfrentamientos con la policía, cargas, objetos volando, contenedores ardiendo. O al revés: actos que parecen destinados a estallar terminan diluyéndose en discursos y cánticos. La imprevisibilidad forma parte del ADN de estos eventos, y nosotros debemos estar preparados para todo tipo de escenarios.

Operador de cámara en Barcelona

Por eso, antes de empezar a grabar, ya estamos trabajando: valoramos rutas de salida, calculamos dónde colocarnos para tener visibilidad sin quedarnos atrapados, coordinamos con el redactor o redactora que nos toca ese día para saber qué ángulos necesita y hablamos con compañeros para compartir información sobre posibles puntos calientes e intercambiamos opiniones. Una protesta es un organismo vivo y la clave está en leerlo antes de que se descontrole.

El poder de la cámara

Puede parecer obvio, pero la cámara no es solo una máquina que graba. En una protesta se convierte en nuestro escudo, nuestra herramienta de trabajo y también en un símbolo. Para mucha gente que protesta, ver una cámara es una forma de sentirse escuchada, de creer que sus reivindicaciones llegarán más lejos. Para la las fuerzas de seguridad, nuestra presencia puede ser incómoda porque evidencia cada gesto, cada movimiento, cada carga. Y a veces, todo lo contrario, los agentes nos tienen que escoltar a una zona segura porque los manifestantes no quieren la presencia de cámaras que registren sus acciones.

Esa dualidad convierte la cámara en un objeto con un poder enorme. Lo que grabamos puede reforzar una narrativa o contradecirla. La importancia de nuestras decisiones en terreno es enorme. Cada vez que decidimos hacia dónde apuntar la cámara, estamos influyendo en cómo se contará esa historia. No se trata de elegir qué bando mostrar, sino de ser conscientes de que lo que grabamos o enseñamos en directo y lo que dejamos fuera condiciona el relato final. Esa responsabilidad exige criterio, ética profesional y una mirada amplia que busque equilibrio y contexto, porque de lo contrario la realidad quedaría distorsionada. Luego están las decisiones editoriales de cada medio y ahí no entra el operador de cámara.

El equilibrio de informar sin estorbar

Uno de los dilemas más complejos de nuestro trabajo es cómo ejercer el derecho constitucional a la información sin obstaculizar la labor de los cuerpos policiales. La Constitución española reconoce que la ciudadanía tiene derecho a estar informada, y nuestra labor es hacerlo posible. Pero al mismo tiempo, sabemos que en una protesta hay operaciones de seguridad delicadas: cargas, detenciones, dispersión de grupos violentos.

Operador de cámara en Barcelona

Si te colocas en medio de una línea policial (de agentes), no solo corres el riesgo de salir mal parado; también puedes entorpecer su actuación. Y si te metes demasiado dentro de la multitud, puedes convertirte en un blanco involuntario de la tensión. El equilibrio está en buscar ángulos que permitan registrar lo que ocurre sin ser un obstáculo. A veces eso significa grabar desde un lateral, otras veces desde una posición elevada, y en ocasiones implica moverse con rapidez entre distintos puntos para no perder lo esencial.

Este equilibrio no siempre es comprendido ni por la policía ni por los manifestantes. He vivido situaciones en las que los agentes nos han pedido que nos apartemos cuando ya estábamos en una zona perfectamente segura, y otras en las que manifestantes nos han insultado o agredido por pensar que trabajábamos «para el enemigo». Navegar entre esas tensiones es parte del oficio.

La tensión en primera persona

Cubrir una protesta no es un acto romántico ni cinematográfico. El ambiente está cargado: sonido de sirenas, petardos explotando cerca, el humo de las bengalas o contenedores ardiendo, los gritos que te envuelven, las carreras cuando carga la policía… todos esos estímulos juegan en contra de la concentración que se necesita para seguir el hilo de la historia. Pero la clave está en mantener la cabeza fría, ojo en el visor y saber priorizar.

Recuerdo las protestas de los taxistas en Barcelona en enero de 2023. Las avenidas Gran Vía y Passeig de Gràcia estaban colapsadas por cientos de taxis parados. De repente, grupos de taxistas empezaron a enfrentarse a conductores de VTC que pasaban a dos calles del lugar. Hubo momentos de auténtico caos. Nuestra tarea era estar allí, registrar las discusiones, las patadas a los vehículos. Y al mismo tiempo vigilar no salir lesionado. La tensión era palpable, pero las imágenes que obtuvimos «abrieron» los informativos de esa noche. El país vio lo que sucedió esa tarde en Barcelona.

En otras ocasiones, como durante las protestas independentistas, la tensión venía de la incertidumbre. Manifestaciones que empezaban con velas o cánticos pacíficos podían transformarse en cargas policiales, carreras y calles bloqueadas por contenedores ardiendo.

El impacto social de las imágenes

El operador de cámara no es un mero testigo pasivo que registra imágenes. Somos un puente entre lo que sucede en la calle y lo que la ciudadanía ve después en los informativos o en otras plataformas. Lo que grabamos no se queda en un archivo. Se convierte en la materia prima de la información pública. Permite que la sociedad vea cómo se expresan los ciudadanos, cómo responde el Estado y cómo evoluciona el pulso social.

Nuestras imágenes son documento histórico. Años después, cuando se hable de las protestas independentistas, de la pandemia, de las huelgas de Seat o de las movilizaciones de taxistas, las imágenes que hoy registramos serán referencia. Serán memoria. Y la memoria es la base para entender quiénes somos como sociedad.

Riesgos invisibles

Además de la tensión física, hay riesgos que no siempre se ven. El primero es la integridad del material. Grabar en medio de una protesta significa exponer la cámara a golpes, lluvia de objetos, empujones, agua, pintura. Sí, nos han arrojado pintura. Más de una vez he tenido que proteger el equipo con mi cuerpo o correr con la cámara «trincada» en el trípode para evitar daños materiales que me impidan continuar con la cobertura.

Operador de cámara en Barcelona

Estrategias de un operador de cámara

Después de años en esto, uno va desarrollando sus propias estrategias. Algunas parecen triviales, pero pueden marcar la diferencia:

  • Nunca quedarse sin rutas de escape. Siempre hay que saber por dónde salir si la situación se descontrola.
  • Equipamiento ligero. Cuanto más equipo, más difícil es moverse. Hay que priorizar lo esencial: baterías para la cámara y pilas para el micro.
  • Mantener la calma. Una imagen movida o desenfocada por el miedo no sirve.
  • Trabajar en equipo. En una protesta no trabajas solo. A menudo dependes de otros para estar informado sobre la evolución de la protesta en otros puntos de la ciudad o protegido entre compañeros.
  • Respetar a todos. Ni manifestantes ni policías son nuestros enemigos. Tratar con respeto facilita la convivencia, incluso en los momentos de mayor tensión.

Ser operador de cámara en una protesta no es cuestión de heroicidad ni de espectáculo. Es un trabajo técnico y humano a la vez. Estamos allí para garantizar que lo que sucede no quede en la sombra, para que la ciudadanía pueda formarse su propia opinión con base en imágenes, no solo en discursos.

El equilibrio entre informar y no obstaculizar es frágil, pero fundamental. Y aunque a veces se nos vea como incómodos, la verdad es que sin nuestras cámaras el derecho a la información quedaría incompleto. En un mundo en el que la narrativa oficial y la desinformación compiten cada día, mostrar la realidad tal como ocurre es un deber que no se negocia.

Por eso, cuando alguien enciende la televisión y ve imágenes de una protesta en Barcelona, por citar la ciudad donde vivo y trabajo, conviene recordar que detrás de cada plano hay un operador de cámara que estuvo allí, en medio del humo y de los gritos, tomando decisiones rápidas y asumiendo riesgos.